viernes, 29 de abril de 2016

#Rewrite ¿Alguna vez has disparado una pistola de verdad? - Te perdono.

Por fin el día que había esperado durante tantos meses estaba ahí. Había meditado profundamente sobre lo que iba a llevar a cabo durante semanas y, por fin, estaba más preparada que nunca. Tenía el lugar, la cuartada, el arma, las ganas... todo, lo tenía todo. Nada podría salir mal. Lo cité en un prado junto a la carretera que salía de la ciudad sobre la medianoche. Cualquier otro no habría aceptado quedar en aquel lugar a esas horas, pero él estaba tan obsesionado con conseguir mi perdón que era incapaz de negarme nada. Realmente lo iba a perdonar, pero a mí manera, y para siempre. Llegué pronto al lugar de encuentro y él ya estaba ahí, nervioso e impaciente. Sin embargo, yo estaba muy tranquila y con una excitación infantil recorriéndome. Estaba segura de que todo saldría a la perfección.
Era una noche lluviosa, de mis preferidas. La fina llovizna que caía le daba un aspecto tenebroso a la escena, digno de película. Una densa niebla cubría la húmeda tierra de aquel lejano páramo. Una cúpula de brillantes estrellas hacía compañía a la solitaria luna llena. Salí del coche con el arma escondida, levanté la cabeza al cielo, cerré los ojos y, tras tomar una enorme bocanada de nocturno aire fresco, sonreí. "Que empiece el juego", me dije a mí misma dirigiéndome hacia él. Empezó con sus patéticas disculpas en cuanto me vio, pero yo seguí caminando hacia el lugar más alejado de la carretera, junto a unos matorrales y árboles. Antes de que siguiera disculpándose saqué el arma. El metal de la pistola brilló a la luz de la luna haciendo que toda la atención cayera sobre ella. Se quedó petrificado. Sonreí dejándole tiempo para que se diera cuenta de que esos eran sus últimos segundos de vida. Le miré a los ojos y, mientras cargaba el arma, le dije: "te perdono". Intentó huir pero mi bala fue más rápida. Me senté a su lado, en la tierra manchada de su sangre, le cogí el paquete de tabaco y el mechero que siempre lleva consigo y me puse a fumar en su honor. El viento arrastraba consigo el humo del cigarro como queriendo fundirse con él. Necesitaba un pequeño descanso, ahora llegaba la parte más tediosa; el despiece y la eliminación de pruebas.
Pero estaba tranquila, muy tranquila. Tras mucho tiempo de tristeza por fin había conseguido volver a ser feliz.
La venganza es un plato que se sirve frío, tan frío como un cadáver.




                                                                                                                 -Expresivísima.

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