viernes, 16 de diciembre de 2016

Llovía.

Hoy te volví a ver, aunque tú a mí no.
Hoy te recordé, aunque tú a mí no.

Me dirigía a la estación, como tanta otra gente. El semáforo estaba en rojo, me paré a esperar, como tantas otras veces. Miré con distracción a mi alrededor. De repente, sentí un rayo atravesar mi alma. Y el mundo se paró. Y pasaron mil horas sin que pasara un segundo. Y la tierra tembló, pero no, tan solo temblaba yo. Allí estabas tú. Con tu cabeza más en tu mundo que en el nuestro, como siempre. Con tu pelo alborotado bajo el gorro, como siempre. Con tu vieja cazadora negra, como siempre. Con tus ojos tristes mirando sin mirar, como siempre. Viviendo sin vivir, pasando por el mundo como pasa un suspiro.
No me atreví a adelantarme un par de pasos y decirte: "hola, a veces te odio, a veces te extraño, pero, siempre te amo". Aún le tengo miedo a tu sonrisa, capaz de desarmar mil ejércitos. Aún le tengo miedo a tu mirada, capaz de leerme el alma. Aún te tengo miedo a ti, porque hoy recordé que aún te amo.
Hoy te vi, y no pude evitar pensar en tus frías sábanas envolviéndome. Sentía ahora tus manos acariciándome tímidamente como aquella primera vez. ¿Recuerdas nuestro último encuentro? Estabas triste, creo que incluso pude atisbar principios de lágrimas en tus ojos. Ya habías decidido abandonarme. Pobre de mí que nada sospechaba y hablaba como si nada de los planes del día siguiente. Jamás hubo día siguiente.
Te despediste diciendo "hasta mañana". Nunca llegó el mañana. Créeme, lo sigo esperando.

Llovía. Como hoy. Siempre es un día gris cuando te veo.
Estabas delante de la estación, como yo, pero no me atreví a adelantarme y saludarte. Ibas mirando al mundo sin mirarlo. Ibas viviendo como vive un suspiro.
Una niña triste pasó por tu lado. La miraste y sonreiste con ternura. Porque, por mucho que intentes ocultarlo, eres y siempre serás eso, mi pobre infante triste.
Me paré en medio de la calle. La gente pasaba por mi lado, esquivándome. La lluvia caía impasible sobre mí, empapándome. El reloj gritaba que me apurara si no quería perder el tren. Pero todo eso me daba igual. Porque me di cuenta de algo que sí importaba. Que hoy te vi, que el tiempo no pasa sobre ti, que te amo, que siempre lo haré y que da igual cuánto me hagas sufrir porque, si vienes a mí, sé que siempre te perdonaré.
Y es que te vi... y nada más importa.
Y es que te vi...
Llovía. Como cuando te fuiste. Siempre es un día gris cuando te vas.

Hoy te vi, delante de la estación. Deseé no volver a verte más, lástima que, todas las noches, aparezcas en mis sueños.

Llovía y, para mí, siempre lloverá.

                                              -Expresivísima.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Quise querer.

Iba a escribir un poema de amor, pero no tengo a quien cantar.
Iba a escribir unos versos de corazón roto, pero no tengo a quien dejar de amar.

Créeme cuando te digo que yo quería quererte. Pero, no querer, lo más lógico resultó ser.
Quiéreme cuando te digo que intentaba creerte. Pero, no creer, lo más sabio resultó ser.
Ansiaba que me ayudaras a olvidar un bien mayor, un mal mayor... No fue así. Te miraba y, en lugar de verte a ti, me atropellaba mi pasado. Te pensaba y, en lugar de hallarte a ti, me atormentaban los recuerdos.
Quería quererte, de corazón, incluso creí haberlo conseguido varias veces. No fue así. Me duraste lo mismo que un buen libro y un café. No puedo ni darte las gracias por nuestro tiempo juntos porque ni tuvimos ni quisimos tener. Ahora estoy colocando el libro de vuelta en la librería. Ahora el café está frío. Ahora entiendo las canciones de Joaquín Sabina. Ahora los versos de Pedro Salinas se harán míos.
Ya no escribo poemas de amor cargados de melancolía.
Ya no se construyen mis versos de palabras frías.

Yo quería quererte, pero no quería lo que tú me podías dar. Un amor corriente con sus corrientes besos, sus corrientes despedidas, sus corrientes enfados, sus corrientes caricias. Sentimos mucho, sí, pero de nada sirve.
¿Te eché de mi vida o te fuiste tú? Ambos pusimos de nuestra parte para construir kilómetros y segundos entre nosotros.
No me niegues lo que ya sé. Nunca me quisiste, no temas decirlo, no me harás daño, yo tampoco nunca te he querido.

Iba a escribir un poema de amor, pero no tengo a quien cantar.
Iba a escribir unos versos de corazón roto, pero no tengo a quien dejar de amar.

Y no pudo ser. Nunca pudo haber sido. Y, menos mal que no fue. Porque yo ya me he ido.
El frío recorre la piel. La sangre nunca llega a aparecer,
El frío recorre la piel. Creo que comienzo a perecer.
Te observo y ya no te veo. Te pienso y ya no estás. No te quiero ni mirar. Dime, ahora, ¿qué harás?
A veces me recreo pensando en el "y si". A veces me encanta imaginar nuestro quizás. En todos nuestros hipotéticos futuros algo acaba saliendo mal. Por eso, siempre me digo que nosotros, juntos, jamás. Sin embargo, algo me empuja a ti. Tus brazos, me llaman. Tus labios me aclaman. ¿Por qué? dirás. Simple. Porque quiero querer. Quiero un amor de canción. Un amor en el que sienta mucho y poca sea su duración. Para eso tú eres el indicado.
Lástima que no te crea.
Lástima que no te quiera.




-Expresivísima.