domingo, 30 de abril de 2017

Fuego.

Te veo y me quemo.
Me quemo por dentro cuando mi mirada acaricia tu piel y se fija en cada parte de tu cuerpo. Porque nunca serás mío. Jamás te podré abrazar, jamás te podré acariciar, jamás te podré besar. Por eso te veo y me quemo.
Me quemo por dentro cuando en una estancia entro y ahí estás tú, te veo. Nos miramos callados, sonreímos, vas a decirme algo pero me aparto. Porque nunca seré tuya. Ya perteneces a alguien, a ella. Y yo ya pertenezco a alguien, a mí misma. Por eso te veo y me quemo.
Sueño con un día en el que este amor sea correspondido, mas no es recíproco mi dolor. O eso creo cuando te veo hablando con ella, tan felices los dos...
Y me quemo por dentro.
Lloro en silencio porque mi existencia conozcas. Grito callada porque jamás lo que siento sabrás. Te miro, me quemo y toda esperanza pierdo. Ya no me queda ni fe ni nada que creer querer. O por lo menos eso pienso hasta que miro en tus ojos y en tu mirada veo fuego, quemándote por dentro.




-Expresivísima.

viernes, 21 de abril de 2017

Soñé que me odiabas.

Era una fría mañana. Lluviosa. Gris. Como yo.
Recuerdo que había pasado una noche corta. Recuerdo que soñé que me odiabas.
Sorbía un cargado café tratando de reconstruir el difuso sueño. El sol había salido, era ya otro nuevo día. Otra nueva oportunidad de empezar de cero, de intentar ser feliz y, sin embargo, me estancaba en el pasado. Mi mente estaba absorta en aquella pasada, fría y corta noche en la que soñé que me odiabas. Digo soñé porque fue eso, un sueño, y no una pesadilla. En las pesadillas te despiertas con una extraña sensación de no pertenecer al mundo. Mas yo me desperté como si fuese otra mañana más, porque era solo una mañana más a pesar de soñar que me odiabas.

Había sido una corta noche como todas las anteriores. Mi fiel compañero llamado insomnio suele hacer guardia junto a mi cama cuando las estrellas deciden brillar. Creo recordar que tomé una (o más bien un par) de pastillas para poder lograr la cabeza apoyar en los mullidos brazos de Morfeo. Creía que iba a ser una noche sin sueños (a veces adoro esas noches, otras veces las aborrezco). Me equivocaba. Soñé con humo. Un humo gris que frente a mí brillaba. Me tenía hipnotizada. Estiré la mano para poder acariciarlo y aparecí en escena. El humo me rodeaba, jugaba a mí alrededor. Sin embargo, cuando trataba de alcanzarlo, este se disipaba. Al final desapareció.
Miré a mi alrededor, no había nada.
De repente me sentí sola. Perdida. Confundida. En el medio de un laberinto me hallaba. No sabía qué hacer, no sabía qué de mí se esperaba.
Caminé, huí, grité, corrí. Todo en vano. Aquello solo eran tinieblas. Negra sombra que me atormenta. Y apareció una inquieta luz blanca intentando gritarme algo sin palabras. Avanzo sin saber. Camino paso a paso hacia lo desconocido. Todo espinas, todo gris, todo bajas nubes, alta niebla. Negra oscuridad que me ata y me rodea. Intento avanzar hacia la luz y ahí estás tú. Mi calor, mi ancla, mi perdón.

Avanzo mas mi meta cada vez más y más se me aleja. Un imposible de alcanzar ahora asemejas. Porque me odias, por eso no puedo llegar a ti. Porque por más que doy y doy no recibo y esto no puede seguir así, lo sé. Altos muros de indiferencia has colocado. Un gran abismo ahora nos separa. Mas desconozco la razón de la tormenta.
Sigo luchando contra las negras tinieblas. Sigo esquivando las emponzoñadas espinas tratando de alcanzarte en tu luz. Mas me odias, no sé porqué y no sé si lo quiero saber. Trato de avanzar mas no puedo. No quiero rendirme porque yo sí te amo, porque yo sí te quiero. Pero es en vano.

Soñé que me odiabas y, al recordar el sueño, sorbiendo de aquel triste café denso, recordé que no era un sueño.




-Expresivísima.