miércoles, 1 de junio de 2016

Cartas de un escritor enamorado #8

Madrid, 30/11/1935


Querida Isabella:
¡Qué feliz me haces con tus tiernas palabras, Isabella! Tus cartas tienen esa característica de hacerme sonreír desde el comienzo, cuando la abro y me inunda el dulce aroma de la fragancia con que la adornas, hasta que leo la última palabra y la guardo en lo más profundo de mi memoria para volver a ella una y otra vez.
Llevo varios días, desde que recibí tu carta, sonriendo y recordando tus dulces y tiernas palabras. Jamás había creído que podría ser tan feliz. Solo tú, la persona más perfecta del universo, has podido lograrlo. Nunca podré agradecerte todo lo que, sin saberlo, haces por mí; por eso mismo estoy deseando que llegue el día en el que nos casemos, para poder hacerte la persona más dichosa cada día de mi vida. Te escribiré los versos más bonitos estos meses en que no estemos juntos. Haré que este último invierno separados sea el menos frío de tu vida. Ahora que sé que mis poemas se publican también en Barcelona y que eres una ferviente lectora volcaré toda mi alma en mis palabras para que te lleguen directamente a ti. Todo lo que escribo va para ti, todos los poemas que leo hablan sobre ti, todas las canciones que escucho te cantan a ti, toda mi existencia gira en torno al dorado brillo que vive en tus ojos.
Mi ángel caído del cielo. Mi dulce princesa de cuento.

En tu anterior carta me has contado como la boda que tus padres te están organizando será celebrada a primeros de Mayo, por eso nos fugaremos dos semanas antes, a mediados de Abril. El día 18 de Abril cogeré un tren destino Barcelona con la excusa de ir a arreglar unos asuntos familiares. Técnicamente no estoy mintiendo, voy a arreglar el hecho de que tú aún no seas mi esposa y de que aún no hayamos empezado a formar una familia.
También me contaste en tu carta lo mucho que sufres al aparentar que estás ilusionada con la boda y que te pasas las noches llorando deseosa de que yo me encuentre en el lugar de tu "prometido". No sabes lo muchísimo que me duele imaginarte en esa situación. Intento que mis pensamientos se centren en nuestro encuentro en el andén y en nuestra futura vida como un matrimonio feliz que no tiene que esconderse, en lugar de imaginar a mi dulce Isabella sufriendo por culpa de que se ha enamorado de un pobre y miserable poeta. Por no mencionar el hervor que siento en la sangre cada vez que pienso en el hombre con el que tus padres quieren que te cases. Cuando pienso en que ese desgraciado respira el mismo aire que mi diosa personificada el corazón me estalla de furia y cuando imagino situaciones en las que ese canalla podría haber intentado besarte siento como un ácido venenoso nace en mi interior emponzoñándolo todo a su paso.
Tan solo quedan cuatro meses para poder convertirme en tu marido. Solo cuatro fríos meses y seré la persona más dichosa del universo. Cada átomo de mi cuerpo suspira por ti.
Isabella, lo que te voy a pedir ahora sé que será muy duro. No me contestes a esta carta y no me escribas ninguna más. Es por tu seguridad, si tus padres ven que te pasas las tardes escribiendo cartas en lugar de organizar la boda que nunca se celebrará... temo que se den cuenta de nuestras intenciones. Para poder sobrellevar este período de separación antes de poder estar siempre juntos te recomiendo que hagas lo mismo que yo: sueña despierta. Yo siempre hago eso y, gracias a hacerlo, me he convertido en el poeta que hoy soy. Siempre estoy imaginando como será nuestra futura casa, nuestros futuros hijos y, sobre todo, con el tacto de tu piel, la suavidad de tu pelo, el sabor de tus besos... Te necesito tanto conmigo que, al no tenerte, solo me queda soñarte.
Echaré demasiado de menos leer tus preciosas cartas, pero esto es por seguridad. En tan solo cuatro meses estaremos juntos para siempre.

Cuídate mucho, ya que yo no puedo cuidarte.
Con toda mi alma y con todo mi corazón; siempre tuyo,


Fernando.