domingo, 17 de marzo de 2019

Olas

Me desperté porque soñé contigo y, por una vez en mucho tiempo, no me siento vacío.
La luna brilla en el cielo negro dejando débiles destellos inundar la estancia. Estoy sentado en la cama respirando frío invierno. Mi cama está sola desde hace mucho tiempo. Y aún te echo de menos. Sobre todo hoy, porque apareciste en mis sueños.

Soñé un recuerdo no del todo cierto.
Un pasado un poco cambiado.
Estábamos en la playa, como todos los domingos, íbamos a pasear allí. En realidad no paseábamos, simplemente nos sentábamos en la arena a ver las olas morir. Ese día coincidió marea alta, la superficie marítima se alzaba imponente y atacaba la orilla con furia dejando tan solo espuma blanca como recuerdo de tan ardua batalla. Una terrible lucha por parar lo imparable, cambiar lo incambiable. No morir rotas contra la simple arena.

No morir rotas... Siempre decías frases así. Frases que suenan bien pero al principio no tienen sentido. Aunque con el tiempo las he ido comprendiendo...Ojalá hubiese prestado atención al principio, pero estaba cegado. Estaba demasiado ilusionado con volver a tenerte entre mis brazos, con volver a mirar a tus ojos y besar tus labios. Me costaba creer que fueras realmente tú otra vez. Te había echado demasiado de menos. He fantaseado mil y una vez con ese preciso momento y ahora si alzaba los ojos ahí estabas tú. Mi mirada posada en tu mirada. Realmente eras tú. Siempre has sido tú, para mí. Incluso cuando te encerrabas en ti y no dejabas a nadie entrar. Yo te seguía queriendo con la misma intensidad porque sabía que seguías siendo tú. Se me atragantan las palabras. Me cuesta sacarlas. Están dando vueltas y vueltas dentro de mi cabeza sin dejarme escoger una siquiera. Me cuesta expresar lo que pienso y siento. Jamás quise dejarte sentir sola. Sin embargo no entendía tus palabras como ahora no comprendo las mías. Me costaba descifrar tus mensajes porque nunca querían decir lo que se creía a simple vista. Pero yo me conformaba con que sonaran bonito y que eras tú quien las había dicho. No me comprendo ahora pero ahora te comprendo a ti. Lástima que ya no estés aquí. Quizás yo no fui tu gran amor después de todo.
Eso solo lo podrías saber tú... Yo solo sé que tú sí fuiste el mío. Te echo en todo momento de menos. No sé cuánto dolor puede sufrir un hombre pero sí sé que hace mucho que sobrepasé mis límites y no puedo volver atrás.
El cuchillo ya se clavó, la sangre ya brotó.
Es insufrible acostarme todas las noches sin que seas la última persona de la que me despido. Es horrible levantarme todos los días y que no seas lo primero que veo.

Lo siento.
Te estaba contando mi sueño. Ahora vuelvo a ello.
Fuiste directa a tu sitio preferido, un saliente de rocas que forman un balcón natural de arena a unos metros sobre el mar. Cuando el mar está manso muchos bañistas saltan desde allí sin ningún problema para zambullirse en las cristalinas aguas. Cuando el mar está bravo, te salpica la espuma de las olas que ahí van a morir.
Me explicaste que necesitabas notar las gotas saladas en tu cara y dejar que el frío viento las congele.
Dijiste que necesitabas sentir.
No contesté. Me quedé hipnotizado a tu espalda observando volar mechones de tu despeinado cabello. Te quería tanto y no lograba entenderte. Me desesperaba.
Sin embargo, en cuanto me acechó ese pensamiento, las grandes grises nubes que aprisionaban el sol desaparecieron mostrando un fondo tan azul que cegó al mar y el oleaje se calmó.
Te levantaste lenta, segura. Te diste la vuelta y me tomaste de la mano.
En cuanto rocé tu piel nació en mí un cosquilleo dentro, muy dentro, que me recorrió todos los nervios del cuerpo en un latido de mil y un pálpitos.
Me llené de luz y sonreí. Te miré y sonreías, porque brillando estabas. No pude no abrazarte.

Y me desperté sin sentirme, por fin tras mucho tiempo, tan vacío.

Sin embargo luego, aún tumbado, extendí la mano y solo sentí lejanas sábanas.
Me senté en la cama respirando frío invierno
y tú no estabas.
Hace mucho tiempo que ya no estás.

En la realidad no salió el sol ni se calmó el mar. No te diste la vuelta al levantarte y mucho menos me diste la mano. En la realidad simplemente dijiste "adiós" y te fuiste corriendo dejándome plantado con mil y una dudas en la boca y el mar escupiéndome en la cara. Las gaviotas que me sobrevolaban pasaban riéndose de mí. Las preguntas me atormentan aún hoy. Juro que puedo sentir la brisa marina mientras me cuestiono ¿por qué solo dijiste "adiós"?, ¿qué hice mal?, ¿debí haber ido tras de ti?, ¿acaso volverás?
Esta última es un sinvivir.
¿Volverás?
Desde la última vez que te vi seguí acudiendo todos los domingos a la playa por si te veía pasear de pura casualidad. Sin embargo, ahora ya ni puedo ver el mar sin que me asalte la duda.
¿Volverás?

Te sigo esperando todas las noches en mis desvelos, porque aún te echo de menos.
Vuelvo a notar vacío.




-Expresivísima.