lunes, 25 de abril de 2016

El beso de Klimt

La hora de oro llegó.
Exactamente igual que ayer y que todos los otros días. Pero hoy es distinto porque hoy no estoy contigo. No puedo evitar que acuda a mi mente el recuerdo de nuestro encuentro de anoche, aunque no fue un encuentro normal como el de estos meses, fue nuestro último atardecer juntos.
Ya habíamos hablado sobre esto en otros anocheceres. Estábamos destinados a no ser. No puedo hacer nada para escapar de mi futuro.
Hoy me fui, te dejé atrás y, aunque a ambos nos duela, no volveré jamás.
Durante todos estos meses has conseguido hacerme feliz, eso es algo que jamás creí que volvería a ocurrir. Siempre me pedías que sonriera, que el mundo necesita ver mi sonrisa; y yo siempre te contestaba que sonrío por y para ti, porque tú eres mi mundo. Todas las tardes me pedías por favor que no huyera de la felicidad mientras veíamos el sol hundirse en el mar tintando de fuego las bajas nubes. Todo los atardeceres me suplicabas que no me deprimiera cuando me fuera porque no soportarías saber que estoy mal y que no puedes hacer nada para ayudarme. Pero yo te prometo que aguantaré todo lo que haga falta, lo haré por ti . Cada vez que desee desaparecer recordaré  tu silueta recortada contra el moribundo sol esperándome en el muelle. Cada vez que crea que mi existencia es inútil recordaré el olor de tu cuello y la forma de tu cuerpo al abrazarme. Cada vez que piense que a nadie le importo recordaré el roce de tu mano en mi mejilla y la suavidad de tu ronca voz al decirme "te he echado demasiado de menos". Cada vez que me tiente notar el frío acero en mis entrañas me acordaré del beso, de nuestro beso.
Aquel dorado beso rondará eternamente en mi memoria. A pesar de que fue ayer lo noto tan lejano... Siento aún tus manos cogiendo suavemente mi cara mientras tus labios despiertan en mí mil emociones antes desconocidas tan solo con un leve roce. Podría quedarme toda la eternidad en el momento anterior a ese, cuando nuestros labios estaban a punto de alcanzarse. Ese momento en el que un aura dorada nos inunda anunciando la muerte del día. Aún noto el cosquilleo en mis impacientes labios por rozar los tuyos mientras mil escalofríos me recorren la piel. Vibrantes motas de polvo nos rodeaban en un halo de oro.
Puede que nuestra historia fuera breve, puede que el destino nunca nos quisiese juntar. Pero nuestro amor no tiene tiempo para cosas tan insignificantes como nuestros propios destinos, está muy por encima de todo eso. Por eso sé que por muy lejos que me vaya y que aunque nunca nos volvamos a ver me amarás tanto como yo a ti, con tal intensidad que hasta duele. Puede que nuestra historia fuera breve pero eso la hace única.

Sellaste nuestra despedida con un beso.
Un beso que me acompañará hasta la muerte.

1 comentario: