lunes, 30 de enero de 2017

Hoy hay tormenta.

Me despierto, como otra noche más.
Hace horas ya que pasó la medianoche, pero la mañana aún está lejana. La oscuridad me encierra en una cárcel de mantas y sábanas. El frió envuelve todo en la estancia confiriéndole ansias de eternidad. Como otra noche más. Y, podría ser una noche como otra cualquiera, pero no lo es. Hoy hay tormenta.
Veo por mi ventana las eléctricas nubes negras. Los relámpagos iluminan la estancia por un segundo y luego todo lo apagan. Y el trueno inunda la ciudad, ensordeciéndola. Y el viento ruge tratando de arrancar edificios, tratando de arrancar el sueño. Y la lluvia repiqueteando distraídamente contra el cristal.
Esos podríamos haber sido nosotros. La perfecta tormenta.
Lástima que te haya dado miedo lo sublime. Lástima que no sepas querer con todo tu ser durante un instante para luego odiar todavía más. Lástima que te comportes como un simple mortal.
Te fuiste y, me he enterado, ahora amas. Amas a alguien y ese alguien a ti. Pero es un amor ordinario, lleno de cotidianeidad. Ya te has olvidado de lo sublime, de la espontaneidad, de sentir mucho y de sentir de verdad. De querer tanto que duela. El dolor indica vida.
Nosotros podríamos haber estado por encima de todo eso. Tú podrías haber sido un huracán, yo un volcán.
Tú podrías haber sido la alta roca y yo el vendaval. Podríamos haberle demostrado a Bécquer que sí pudo ser, mas no fue.
Me has fallado al temer a la sublimidad.
Me has fallado al ser un simple mundano más.
Yo creía que eras como yo, que aspirabas a algo más.
Me has fallado al marcharte. Te fuiste y no me ha dado ni tiempo a quererte. Y, aún así, aquí estoy. Me despierto de madrugada y solo pienso en ti. Hasta una simple tormenta hace que de ti me acuerde.
Quizás, al final de todo, resultó que sí te quería, pero que lo hacía de verdad.
                                              -Expresivísima.

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