viernes, 4 de noviembre de 2016

Mátame.

Yo nunca te he pedido un final feliz, porque eso requiere de un fin. No quiero que esto se acabe, quiero que seamos eternos. Por eso, mátame. Déjame quererte. Pero poco a poco, el infinito es nuestro.
Mátame. Déjame amarte, aunque mañana ni recuerdes lo que fuimos en tu cama.
Aquí vivimos con calma. Aquí el tiempo no pasa. Aquí tan solo importan tus besos. Aquí vivimos en un eterno momento.
El débil sol de Octubre golpea la ventana. Los primeros rayos del amanecer nos llaman. Se supone que éramos el infinito. Hicimos un trato con la noche, nos amaríamos mientras ella durara.
Pero el fin llegó.
El sol salió.
Todo se acabó.
Aún no nos puede estar pasando esto. Aún no te he contado todos los lunares. Aún no han recorrido mis caricias toda tu piel. Aún no te he gastado los labios de todos los besos que necesito darles. Aún no puede la realidad del día golpearnos. Aún no he acabado de amarte... Aún no. Aún no. Aún no...

La escurridiza eternidad se ha vuelto finita entre tú y yo sin que nos diéramos cuenta. Así que mátame, déjame quererte una vez más... Eso sí es infinito...



Todo esto pasó a la velocidad de la luz por mi mente mientras la oscura habitación se teñía del inconfundible dorado matinal. Lo pensé pero me callé. Sabía que no debía decir nada, nuestro trato era invariable.
Se nos acabó el tiempo. Tú también callas pero lo noto en tu mirada. Abandono la comodidad de tus sábanas y comienzo a vestirme lentamente. Tú me observas desde la cama, en silencio, como queriendo captar cada movimiento que hago. Me siento al borde de la cama para calzarme, te acercas y me abrazas por la espalda mientras me besas el cuello. No puedo evitar pensar que este es el último instante que pasaremos juntos y unas silenciosas lágrimas me acarician tímidamente las mejillas. Evito mirarte pero te has dado cuenta. Me besas suavemente el rostro siguiendo el salado recorrido de las lágrimas. Pones tus manos a ambos lados de mi cara y pegas tu frente a la mía obligándome así a observar tus hipnotizantes ojos. "Esto no es un adiós, recuérdalo, siempre". ¡Cuánto error hay en tus dulces palabras! Mañana ya te habrás olvidado de mí y será otra la que caliente tu cama. Pero eso no me enfada, simplemente me entristece que, durante una eterna noche, lo hayamos sido todo y que ahora no seamos nada...

Mátame. Acaba con mi sufrimiento. Yo sola no puedo hacerlo. Así que déjame quererte y, por favor, mátame...




-Expresivísima.

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