sábado, 26 de septiembre de 2015

Traición.

¿Qué es este puño de hierro que oprime mi pecho, aplasta mi corazón y apenas me deja respirar?
Hiperventilo. Todo me da vueltas. Me siento terriblemente débil.
¿Qué es lo que tanto mal me causa? ¿Acaso es que me muero? Temo cerrar los ojos por no volver a abrirlos jamás... pero hay algo, no se el qué, que me insta a dejarme llevar y a descansar la vista, quizás para siempre. Pero no puedo, aún no, antes tengo algo pendiente. Me muero, me muero... ¿o tan sólo es un mal sueño? No lo se... Lo único que claro tengo es que apenas puedo respirar, me falta el aire. Mi alma abandona ya mi cuerpo. Y yo tan sólo quiero gritar.
¿Cuándo comenzó mi martirio? Apenas tengo recuerdos, la neblina de mi sufrimiento lo disipa todo, hace impenetrable mi memoria. Tengo que recordar cuándo comenzó.
Veo un rayo de luz proveniente de un imborrable recuerdo...sí, ya se empieza a esclarecer la evocación... Oh, sí, es cierto. Todo comenzó aquel lluvioso día de finales de Noviembre. Fue el día en el que por fin lo asesiné. Llevaba días, ¡qué digo! ¡semanas fueron! Llevaba semanas sin poder ni comer, ni dormir, ni vivir. Una febril locura se cernía cada vez más sobre mí. Mi persona ya no me pertenecía, lo veía todo desde fuera, no me controlaba y, sin embargo, padecía de una terrible calma. Todos mis movimientos, todas mis palabras, todos mis gestos e incluso mis pensamientos estaban estudiados a la perfección para que nadie sospechara. Nadie debía saber el terrible crimen que iba a cometer contra mi fiel amigo.
Jamás en todos nuestros años de amistad me imaginé siquiera que todo acabaría así.
¡Maldito Eros, temido por los dioses, todo es a causa tuya! Todo fue por un crimen pasional.
Maté a mi más querido amigo por culpa de un enamoramiento. No podía soportar ver a aquella deidad humanizada paseando de la mano de mi compañero de andanzas.
¿Cómo podía hacerme ella a mí eso? ¿Cómo si aún la noche anterior se entregó a mí tras una confesión de mutuo amor?
No podía soportarlo. Así que huí. Recorrí Europa entera intentando alejarme de ella y de aquel acto de traición que hizo a mi persona. ¡Oh! ¡Cuánto debieron de mofarse ella y su amante de mí por haber caído en su vil trampa! Estarían riéndose noches y días de las alabanzas y promesas de amor que yo no cesaba de decirle aquella noche. Y, mientras tanto, yo bebía en los tugurios más inhóspitos intentando curar mi atormentada alma. Por eso puse fin a las burlas y a la vida de mi antiguo fiel amigo. Con la muerte de mi camarada el sentimiento de la traición nació en mí y ,mi sufrimiento, no hizo nada más que comenzar.
Pero aún después de este terrible acto podía notar las miradas de ella. ¡Continuaban sus burlas! Estoy seguro de ello. Podía notar como me miraba, mofándose, mientras recordaba su cruel broma.
Me estoy muriendo. Lo noto. Pero antes de que mi miserable vida llegue a su fin también lo hará la de ella. Esta misma noche, antes de que mi alma abandone mi inútil cuerpo, daré fin a sus terribles burlas. Y, sólo así, podré perdonarles.
La venganza es un plato que se sirve frío, tan frío como un cadáver... o dos.

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